Vitamina D: huesos, corazón y mente sana

Debido a que la vitamina D es liposoluble se encuentra la parte grasa de los alimentos. La presencia de esta vitamina es esencial para que el calcio de la dieta pueda ser absorbido en intestino delgado y evitar su eliminación por vía renal. Esta asociación ha sido ampliamente estudiada, y por ello cada vez más vemos en el supermercado yogures y leches enriquecidas con vitamina D. Es importante conocer que esta vitamina también puede ser sintetizada de forma natural por el cuerpo. Para ello se necesita la activación de una provitamina por acción de los rayos solares. Por este motivo se recomienda una exposición solar de 30 minutos al día en zonas extensas de nuestra piel como brazos y piernas (sin fotoprotección solar, por este motivo con 30 minutos es suficiente sin poner en riesgo nuestra piel). En verano tenemos asegurada la síntesis de vitamina D, pero ¿qué pasa en invierno? no dejamos que los rayos solares penetren en nuestra piel y por ello, el consumo de vitamina D en la dieta se ve aumentado. Es en esta época del año cuando debemos vigilar las ingestas de vitamina D, por lo tanto debemos reservar un sitio en nuestra cocina para los pescados en general y sobretodo los más grasos (sardinas, boquerones, salmón, atún y , caballa), lácteos desnatados enriquecidos con vitamina D o bien semidesnatados para los más pequeños de casa y la yema del huevo de gallina.

Además de intervenir en el metabolismo del calcio evitando la pérdida de este mineral y mejorando su absorción, la Sociedad Española de Cardiología informa que los niveles bajos de vitamina D se asocian con un mayor riesgo de padecer hipertensión, azúcar alta en sangre y síndrome metabólico en adolescentes según un estudio de la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad John Hopkins en Baltimore.

Posiblemente existe una asociación entre niveles bajos de vitamina D y sobrepeso y obesidad abdominal. Debido a que es una vitamina que se almacena en nuestro cuerpo en el tejido graso, las personas obesas son más propensas a tener déficits de vitamina D, al no poder disponer de ésta. Sin embargo, no existen estudios suficientes que demuestren esta asociación, pero teóricamente se podría producir esta situación.

Otra parte de nuestro cuerpo que se beneficia de los efectos de la vitamina D es nuestra mente, ya que un consumo adecuado previene la aparición de problemas cognitivos. Las investigaciones concluyen que quienes presentan carencia severas de esta vitamina resultan ser un 60% más propensos a sufrir trastornos como la demencia.

En la adolescencia y vejez se debe controlar el aporte de vitamina D. En las fases de crecimiento juega un papel importante en la formación de la masa ósea y en la prevención de problemas cardiovasculares y metabólicos como diabetes y obesidad. En la vejez, los recursos celulares se reducen, y la síntesis de vitamina D endógena por la exposición solar disminuye considerablemente, y por lo tanto se debe vigilar de cerca a la alimentación de nuestros familiares más mayores para asegurar un adecuado consumo de vitamina D.

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